Puedo decir con toda seguridad que las patatas fritas son mi snack favorito. Me encantan a cualquier hora. De hecho, me dan tanto vicio, que a veces prohíbo por completo su consumo en casa, ¡porque soy incapaz de parar hasta que no acabo con bolsa de patatas enteras!

Es todavía pero si se trata de patatas fritas caseras. Si crees que las de bolsa están buenas, es porque no has probado éstas. Son un verdadero manjar y sirven de guarnición para prácticamente cualquier plato de carne o pescado o algún guiso. Además, puedes usarlas como base para hacer una riquísima tortilla de patatas (otra de mis debilidades, sobre todo desde que he alcanzado el nivel experto en su ejecución. Algún día os pasaré la receta para que siempre os salga de rechupete).

¿De dónde vienen las patatas fritas?

Existen datos históricos que hablar de su consumo en la América desde el siglo XVII. No obstante, su preparación en forma de finos bastones podría  haber surgido en Francia o en Bélgica, existen ciertas dudas al respecto. Al parecer algunas fuentes escritas indican que los franceses ya las consumían cocinadas de este modo desde el siglo XVIII. Al parecer los vendedores ambulantes servían este rico manjar sobre el Pont Neuf de París, en el que freían las patatas con abundante aceite que se calentaba en sartenes al calor de los braseros. En Bélgica la forma de cocinarlas era parecida, con la diferencia de que aquí las patatas se freían en dos etapas, una primera con aceite y una segunda con grasa.

Si eres de l@s que odian tener que limpiar después la sartén por culpa del aceite que usas al freír las patatas, estoy segura de que esta receta te va a encantar y de lo único que te tendrás de preocupar es limpiar el microondas una vez a la semana.

Es súper sencilla y puedes hacerla sin manchar prácticamente nada. Lo mejor es ¡que las patatas se van a freír solas en el microondas y tú sólo vas a tener que mirarlas y controlar la temperatura!

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