Existen gustos familiares, sabores que se han quedado como huella imborrable en la memoria porque nos remontan a un primer bocado en la infancia, a unas manos entrañables cuya elaboración reiterada nos hizo tomarles afecto.
Si lo que os he dicho suena raro, he aquí la evidencia: durante el primer año de vida la falta de dentición obliga que los alimentos deglutidos sean líquidos. Poco a poco, se introducen cremas, papillas, sopas y otras variantes que no requieren masticación. Y allí empieza vuestro primer vínculo con la cuchara.
En invierno, qué alimento no resulta más reconfortante que una sopa para levantar los ánimos. Durante un resfrío (u otro malestar), un buen caldo de pollo será la respuesta maternal para recobrar la salud ¡y santo remedio!…
Pocos platillos pueden catalogarse como universales, mientras os tomáis un buen gazpacho al otro lado del mundo (o quizá cerca de vuestro piso) pueden estar degustando un ramen, en Sudamérica un sancocho, en Italia un minestrone, en América una tomato soup, en Francia una onion soup, en Noruega una… debo confesaros que resulta impronunciable eso que comen, pobre Haaland, en fin, hasta alcanzar innumerables platillos que involucren un plato hondo y una cuchara.
[instrucciones]
[necesitas]
[instrucciones]