Agorafobia – Síntomas, Tratamiento y Información de la Agorafobia
Contenido del Artículo
En este post vamos a hablar sobre la Agorafobia. Vivimos en una época más que convulsa. Un tiempo donde la tecnología ha sufrido un desarrollo increíble: se calcula que en el último siglo la humanidad se ha desarrollado tecnológicamente más que en los últimos diez mil años. Incluso de ese siglo de avances, los últimos veinte años han sido verdaderamente meteóricos.
Y a la par de la tecnología aumentan nuestros problemas. Se han erradicado enfermedades que asolaron a la humanidad durante milenios, y han surgido otras que se identifican como hijas directas del avance y el desarrollo, lo mismo a nivel físico que mental. Entre ellas hallamos un verdadero nudo gordiano psicológico: la Agorafobia.
¿QUÉ ES LA AGORAFOBIA?
El término surge de la combinación de las palabras griegas “ágora” (plaza, asamblea) y “phobos” (pánico, terror). Se traduce literalmente como “pánico a los espacios públicos», a sitios donde pueda haber grandes aglomeraciones de personas. Pero realmente, más que temor a estos lugares, las personas que padecen agorafobia sienten un temor incontrolable a verse en situaciones que se escapen de su control, como desmayarse, sufrir un ataque cardíaco o sencillamente hacer el ridículo en público. De ahí que eviten desesperadamente esos lugares o se sientan muy ansiosos e indefensos cuando es inevitable asistir a alguno de ellos.
Tal vez la manera más sencilla de definir a la agorafobia es como “miedo al miedo”. Los agorafóbicos (que son muchos más de los que usted se imagina) sienten temor ante la perspectiva de verse en situaciones que les generen ansiedad o la posibilidad de sufrir una crisis que para ellos sea imposible de controlar.
¿CÓMO IDENTIFICARLA?
Las personas que presentan este trastorno suelen tratar de evitar a toda costa las situaciones que les generen ansiedad, como usar el transporte público, ir al cine, viajar, interactuar con otras personas en espacios concurridos o incluso salir de casa. La vida laboral y social de quienes la padecen se ven gravemente afectadas pues con tal de evitar el pánico y la ansiedad comienzan a exponerse cada vez menos a estas situaciones y a recluirse en sus casas.
El alto nivel de ansiedad que experimentan estas personas los lleva a padecer emociones y síntomas directamente relacionados con sus temores. Estos síntomas suelen aparecerles de manera súbita y aunque están directamente relacionados con el temor, muchas veces la persona no sabe decir si siente el temor porque siente el síntoma, o si es la sensación la que le genera ansiedad y miedo. También puede ser que las personas hayan tenido malas experiencias en esos lugares, entonces como es lógico se les desarrolla el miedo a repetir la misma situación, o incluso experimentan gran rechazo a los sitios con características similares aunque no hayan tenido que ver directamente con la experiencia negativa.
Por lo general los síntomas que se presentan son:
-hiperventilación (que la persona confunde con falta de aire).
-temblores.
-náuseas.
-sensación de ir al baño.
-taquicardia.
-vértigo, mareo.
-dolor en el pecho o sensación de opresión.
-sofocación.
-ráfagas de frío o calor.
Las personas pueden presentar toda una combinación de síntomas, lo cual aumenta la ansiedad y agonía que sufren, y con ello el miedo. Este es un trastorno que suele ser más común en la población femenina que en la masculina, sin ser exclusivo de la primera ni estar la segunda totalmente libre del padecimiento.
MIEDO AL MIEDO
Es la descripción más exacta que se puede dar de la agorafobia, con la menor cantidad posible de palabras. Sobre todo, porque la psiquis de las personas afectadas trabaja (y no poco) sugiriendo constantemente pensamientos negativos que pueden llegar a ser de tipo tremendista o catastrófico.
Estos pensamientos suelen desencadenar aumentos en los síntomas que ya de por sí estaban presentes, y convierten la ansiedad en un pánico que cada vez estará más fuera de control. Además son totalmente involuntarios, la persona los sufrirá aunque se esmere en no tenerlos y esto aumentará también su ansiedad. No importa que se le explique a la persona que no existe motivo alguno para sentirse mal (la mayoría de los síntomas que desencadenan cierto tipo de temor son señales de exactamente lo contrario).
Algunos de los temores más frecuentes manifestados por los agorafóbicos son:
1. Miedo a desmayarse: la causa de los desmayos es una brusca bajada de la tensión arterial que deriva en una falta de oxígeno en el cerebro. Las personas con ataques de pánico experimentan exactamente lo opuesto, el corazón late con más fuerza porque el cuerpo entra en estado de alerta. Será difícil desmayarse en esa situación, por más que se sienta alguna debilidad.
2. Pérdida de control o euforia: caracterizada por ver “lucecitas” o chispas, y tal vez alguna otra anomalía de la visión, sensación de alteración o ganas de huir o salir corriendo, sumado al temor a protagonizar conductas extravagantes. Lejos de perder el control, en estas situaciones el cuerpo se prepara literalmente para luchar contra cualquier peligro y entra en un estado de alerta total, la adrenalina inunda el organismo y todos los sentidos están atentos al máximo ante una posible situación peligrosa que realmente no se llega a producir fuera de la mente del individuo. Al no producirse un verdadero peligro y estar prácticamente en reposo, el organismo demora más en disipar el exceso de adrenalina, y la euforia durará un poco más de lo normal.
3. Sensación de ahogo o asfixia: aunque psicológicamente un agorafóbico tenga esa impresión, lo que en realidad sucede dentro de su cuerpo es todo lo contrario. En medio de un ataque de pánico la respuesta biológica del organismo en general es la de prepararse al máximo para una verdadera batalla por la vida, aumentando el ritmo y la profundidad de la respiración pues se necesita más oxígeno para escapar, correr o pelear a tope. Una vez más, la respuesta orgánica se desencadena más por sugestión propia que por la existencia real de un estímulo externo. El cuerpo llega a tener así mucho más oxígeno del que necesita, lo que produce, paradójicamente, sensación de ahogo o falta de aire, cuando lo que realmente padece es una hiperventilación que con técnicas de respiración y relajación desaparecerá.
4. Miedo a tener un ataque cardíaco: es el más común y repetido de los temores entre los agorafóbicos, debido a que la sensación de alerta provocada en el organismo hace que aumente la frecuencia cardíaca y la tensión arterial con el objetivo de llevar más sangre y oxígeno a todo el cuerpo, que (una vez más) se está preparando para luchar o para correr. Pero en vez de poner al corazón en peligro, y por molesto que pueda ser el síntoma, realmente es un magnífico entrenamiento para este órgano.
5. Miedo al miedo: es la definición más clásica y más psicológica. El agorafóbico que ya ha experimentado ataques de pánico, teme profuncamente que estos se repitan, aunque el verdadero temor es que dicho ataque no termine.
Y, ¿CÓMO COMBATIR LA AGORAFOBIA?
Pues, ni tan difícil como cree el agorafóbico, ni tan sencillo como piensa él que no lo es. Los ataques de pánico por lo general son resultado de experiencias negativas, que se pueden erradicar mediante terapias conductuales. Estas terapias proporcionan técnicas de control que nos harán recuperar el timón de nuestra nave, aunque aún sin estas técnicas un ataque no pasará de unos pocos minutos de duración.
La terapia conductual es un enfrentamiento frontal entre el paciente y su problema, analizando las causas que lo desencadenan, en qué lugares y a qué niveles se reacciona, para educar y entrenar la mente del individuo y llevarle al convencimiento de que sus síntomas son en gran medida falsos o autosugestionados, y que pueda sentirse seguro de sí mismo. Estas terapias son llevadas a cabo siempre con la ayuda de especialistas y aunque no es imposible que un paciente (con muchísimo esfuerzo) logre eliminar sus males sin ayuda, no es recomendable pues una mala práctica sin los conocimientos necesarios puede profundizar aún más su situación en lugar de erradicarla.
Al cabo de unas cuantas sesiones de terapia, el paciente agorafóbico recuperará la confianza en sí mismo, la seguridad y por consiguiente el alivio, y podrá volver a sentirse como aquella persona sana que, paradójicamente, tal vez nunca dejó de ser.