Qué es un hipocorístico
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Todos tenemos un nombre que nos identifica. Muchas veces este nombre nos acompaña desde que estamos en el vientre de nuestra madre, ya que lo han escogido apenas se enteran de cuál es el sexo del bebé.
En ocasiones, este nombre se coloca en honor a algún familiar, ya sea abuelo, padre, tío, hermano, etc. Pero, en otras oportunidades, hace referencia a algún personaje de una película, de un libro o a algún cantante famoso.
Otros nombres son la combinación del nombre de los padres, por lo que suelen ser muy complicados y poco comunes. También solemos colocarles nombres a nuestras mascotas. Hasta los objetos tienen su nombre. De modo que suele ser un rasgo muy común que nos ayuda a identificarnos y diferenciarnos del resto de las personas.
Sin embargo, no es lo único que nos identifica. A veces, desde que somos muy pequeños, dependiendo de cuál sea nuestro nombre, nos acompaña algo que se conoce comúnmente con el nombre de apodo.
A estos apodos se les conoce con el nombre de hipocorístico. Este término es tan poco conocido que, si es primera vez que lo escuchas, tal vez lo relaciones con el área de la medicina. Pero, la verdad es que está relacionado con nuestro lenguaje y manera en que lo utilizamos.
Los hipocorísticos le aportan ciertos matices a nuestro lenguaje. Lo hace rico y muy variado. Pero, ¿te gustaría saber más ampliamente qué es un hipocorístico? ¿Cómo se forma? ¿Cuál es su importancia? Si ese es el caso, no puedes dejar de leer este artículo, en donde además encontrarás algunos ejemplos que harán que el aprendizaje sea mucho más práctico y sencillo.
Pero, sin más preámbulos, comencemos a hablar de los hipocorísticos. Conozcámoslos más de cerca, para así estar consientes cuando los usamos en nuestro hablar cotidiano.
Instrucciones
La palabra en sí misma es mucho más complicada de lo que es su concepto o definición. Un hipocorístico no es más que un nombre diminutivo, abreviado o infantil, el cual se usa comúnmente en el núcleo familiar, de forma cariñosa.
Esta palabra proviene de un vocablo griego que significa “llamar cariñosamente o con caricias”. Se trata de un apelativo que usamos en sustitución del nombre real. Es una deformación afectiva. De hecho, muchos de los apodos que usamos para nombrar a mascotas, familiares, amigos o pareja romántica, son hipocorísticos.
Aunque la forma más común de usarlos es mediante la deformación del nombre propio, también se pueden formar a partir de otros nombres. En algunos idiomas como el inglés, el francés o el alemán, lo más común es acortar el nombre original. Sin embargo, en otros casos, la alteración es tan grande que apenas conserva un pequeño parecido con el nombre original.
Su uso implica un cierto grado de familiaridad o, al menos, de informalidad. Es decir, no suelen ser utilizados para nombrar a personas que no son allegadas o que son desconocidas. Y, aunque comúnmente se emplean para hacer frente a los niños, también se utilizan para expresar afecto entre los adultos y para ser condescendientes o mostrar aprobación. Así, la forma en que se emplea el nombre, refleja mayor afinidad y empatía.
Tal vez pensemos que solo los podemos utilizar en el caso de los nombres propios de las personas. Pero, la verdad es que se han extendido hasta los nombres de los objetos. Por ejemplo: tele, para nombrar al televisor o peli, para película.
En nuestra lengua abundan los hipocorísticos. En ocasiones, los podemos utilizar sin ni siquiera darnos cuenta. Estas palabras surgen debido a la repetición de una misma sílaba. No obstante, estaremos viendo de forma más detallada cómo se forma un hipocorístico.
¿Cómo se forman?
Los hipocorísticos pueden llegar a formarse de las siguientes maneras:
- Con sufijos: en este caso, se le añaden algunos sufijos al nombre propio, a fin de cambiar la entonación con que son pronunciados. Algunas de estas terminaciones pueden ser: ito, ita, in, ina, illa, illo, chi, chu o cho. Así, encontramos Juancito por Juan, Pedrito por Pedro, entre muchos otros ejemplos.
- Con sílabas finales: se forman con el uso de las últimas sílabas que forman el nombre propio de una persona. Por ejemplo, el hipocorístico Nando del nombre Fernando. Además de ello, en este caso, también se le puede agregar un sufijo para formar Nandito.
- Por eliminación: también se pueden formar al eliminar las sílabas de un nombre y darle una nueva posición a una letra o sílaba. Así surge el hipocorístico Gabi del nombre Gabriela. En donde se eliminó “riela” y la vocal “i” obtuvo una nueva posición.
- Por supresión silábica: es decir, al suprimir o eliminar las últimas sílabas que la conforman. Pero, en este caso, no se adiciona o agrega ninguna letra o sufijo diminutivo. Por ejemplo, del nombre Valentina, queda el hipocorístico Valen.
- Por unión: esta es una forma clásica en la que se da por la unión de dos nombres, con el propósito de que suene más familiar o afectivo. Por ejemplo, María Teresa tiene el hipocorístico de “Marité”.
- Por cambio fonético: existen otros que presentan una alteración en su formación, lo cual hace que cambie su fonética y hasta la etimología del nombre original. Ese es el caso de Pancho, el hipocorístico de Francisco.
En este caso, este tipo de cambio no puede ser comprendido por una persona ajena al idioma español, ya que el hipocorístico no se parece al nombre original.
Ahora bien, puesto que trabajar con conceptos no siempre es fácil a la hora de hacerse entender, veremos algunos ejemplos de los hipocorísticos más comunes que usamos en nuestro idioma, el español.
Que Necesitas
A continuación, estaremos compartiendo una lista de nombres seguidos por algunos de sus hipocorísticos más comunes:
- Antonio: Tonito, Antoñito, Toni.
- Juan: Juancito, Juanito, Juancho, Juanchi.
- Luisa: Luisita, Luisilla.
- Carlos: Carlanga, Caliche, Carlitos.
- Fernando: Fercho, Nando, Nandito, Fernandito.
- Alberto: Albertito, Beto, Betito.
- Ramón: Moncho, Ramoncito, Monchi.
- Susana: Susanita, Susi.
- Giovanni: Gio, Giova.
- Teodoro: Teo.
- Sebastián: Sebas, Seba.
- María Eugenia: Maruja, Marujita, Maru.
- José: Joseito, Pepe, Cheo, Cheito.
- Juan Manuel: Juanma.
- María José: Marijó.
- Concepción: Conce, Conchi.
- Rosario: Rosarito, Charo, Charito.
- Vicente: Vicentico, Chente, Chentico.
- Sofía: Sofi.
- Paula: Pau, Paulita.
- Rodrigo: Rodri, Rorro.
- Roberto: Robertito, Bob.
- Rafael: Rafa, Rafita, Rafaelito, Rafo.
- Pamela: Pam, Pame, Pamelita.
- Luis Miguel: Luismi.
- Patricia: Pati, Patri, Patica.
- Magdalena: Magda, Madi.
- Miguel: Miguelito, Michi, Miqui, Migue.
- Carolina: Caro, Carola, Carito.
- Manuel: Manuelito, Manolo, Chema, Manolito.
- Jesús: Chechu, Chucho, Suso, Chus, Chuito, Jechu.
- Guillermo: Memo, Guille, Guillermito.
- Javier: Javi.
- Gonzalo: Gonza, Chalo, Gonzalito, Lalo, Lalito.
- Ignacio: Nacho, Nachín, Nachito.
- Gustavo: Gustavito, Tavo, Gus.
- Estefanía: Tefa, Tefi, Estefa, Estefi, Fefi.
Estos son tan solo unos pocos ejemplos de los muchos hipocorísticos que usamos en nuestro idioma, ¿Cuáles has utilizado? ¿Cuál usan para nombrarte? Es muy probable que tus allegados te llamen más por el hipocorístico de tu nombre que por tu nombre mismo.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que dependiendo de la manera en que los utilicemos, estos puede que no suenen tan afectuosos. Veamos en qué contextos.
Consejos
Cuando se usa el hipocorístico del nombre de una persona, en contextos menos familiares, se considera como un gesto grosero, condescendiente y hasta ofensivo. En algunos idiomas, dependiendo del contexto, los diminutivos pueden ser utilizados como un insulto. Ese es el caso cuando no se trata de un contexto amistoso.
En estos casos, al dirigirse a alguien en la versión infantil de su nombre, denota desdén o desprecio. La persona a la que se le está dirigiendo el hipocorístico se le considera débil, poco importante o, incluso, indigno de respeto.
Por otra parte, el uso inapropiado de una versión del nombre de una mujer, en un ambiente formal, es considerado en muchos países como sexista y como sinónimo de menosprecio al género femenino. Así que hay que tener mucho cuidado con la manera en que los usemos, ya que podríamos meternos en graves problemas.
También pueden ser utilizados para nombrar ciertos objetos, tal como lo hemos destacado anteriormente. Algunos de estos nombres se basan en la manera como hablan los niños pequeños o en la forma simplificada de nombrarlos.
Ahora bien, tal vez algunos los confunden con los llamados “apodos” ¿en qué se diferencian? ¿Cuáles parecen ser más apropiados? ¿Cuáles son más comunes? Veámoslo ahora mismo.
¿Hipocorístico o Apodo?
Cuando la variante que usamos para llamar a alguien proviene de una deformación de su nombre original, nos encontramos ante un hipocorístico. Pero, si este nombre se desliga por completo del que es propio de la persona y se usa para hacer referencia a una característica físico o una anécdota con la que se quiere vincular, entonces es un apodo.
Hay que tener presente que los hipocorísticos surgen del seno familiar, en la intimidad del hogar, por lo que tienen una connotación afectiva y se interpretan como una muestra de cariño y cercanía. De hecho, así lo deja ver su etimología, la cual nos remite a un vocablo griego que significa dar caricias.
Sin embargo, el caso de los apodos es harina de otro costal. Es cierto que algunos denotan cariño, pero buscan dejar a la persona en ridículo o burlar a la persona. Una prueba de ello es que los apodos más comunes están relacionados con características corporales, como gordo, flaco, negro, etc.
Su uso puede ser considerado como un simple apelativo. No obstante, también puede ser discriminatorio o agresivo, esto lo determinará el contexto y la persona que lo utilice. Por ejemplo, si un amigo le dice a otro: “¡Hola Gordo!”, es poco probable que la expresión suene ofensiva. La persona que recibe el apodo, independientemente de cuál sea, puede tomarlo de manera positiva, indiferente o con molestia.
Además, los apodos que son ofensivos pueden traer graves consecuencias psicológicas a la persona que lo recibe, sobretodo si se encuentra en la etapa de desarrollo de la adolescencia. Estos pueden dañar su autoestima y la imagen que tienen de sí mismos, haciéndolos sentir inseguros y afectando su desenvolvimiento social.
Por otra parte, desde la llegada del Internet, se ha convertido en una práctica adoptar un apodo para comunicarnos con otras personas y hasta para identificarnos frente a compañías con las que estamos relacionados.
Los usamos para conversar en una sala de chat, para la cuenta de nuestra entidad bancaria, para la casilla del correo electrónico, para los perfiles de nuestras redes sociales y para muchas otras cosas más. En estos contextos, el apodo nos permite presentarnos de la mejor forma posible, resaltando nuestras virtudes, nuestras necesidades y nuestros gustos.
Sirven para hacer referencia a nuestros pasatiempos, nuestros artistas favoritos y hasta para darle publicidad a la actividad profesional que llevamos a cabo. Los apodos pueden calificarse como buenos o malos dependiendo del ojo que los mire.
Ahora que conoces la diferencia entre los apodos y los hipocorísticos, estarás más consciente de cuál es la manera correcta de usarlos. De ese modo, no ofenderás a nadie cuando los emplees.