Cómo bajar la fiebre en niños
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En los niños pequeños, la fiebre es una causa muy común. Sin embargo, en muchas familias se alarman cuando ven que la temperatura de sus pequeños sube en exceso y buscan soluciones inmediatas para poner remedio a dicho problema poniéndole una mayor gravedad de la que existe en realidad. En algunos casos, bajar la fiebre puede no ser la solución. En otros, incluso, puede ser una fiebre fingida.
¿Qué es la fiebre en niños?
La fiebre es una sensación térmica que se produce cuando la temperatura del cuerpo se eleva por encima de los 37,5 grados. Si supera los 37 grados, los médicos lo denominan febrícula. A partir de entonces, en muchas familias se activan las alarmas. Piensan que si no consiguen bajarla de inmediato, sus hijos pueden sufrir daños crónicos en su cuerpo. Así, su principal prioridad es rebajar dicha fiebre a toda costa. El paracetamol y el ibuprofeno cobran su dosis de protagonismo casi infinita. Sin embargo, al igual que ocurre en el resto de campos médicos, existen muchas verdades, pero también mitos, alrededor de la fiebre. Una de las principales mentiras que circulan, especialmente en aquellos padres y madres que tienen hijos por primera vez, es que la fiebre provocará daños cerebrales para toda la vida. Los médicos recuerdan que es cierto, pero que es necesario superar fiebres muy altas por encima de los 42 grados, algo que ocurre en muy pocas ocasiones. De hecho, en estas temperaturas sería casi obligatorio hospitalizar al niño debido a su delicado estado de salud. Las convulsiones son otra de las grandes preocupaciones de los padres. Es cierto que se producen, pero en caso de aparecer incluso a temperaturas más reducidas como unas décimas de fiebres, son realmente leves y los efectos no son demasiado graves.
El principal dogma que deben entender los padres es que la fiebre no es ningún tipo de infección, sino un proceso de defensa que adopta nuestro propio cuerpo ante el ataque de cualquier tipo de virus o bacteria (aunque en este caso son realmente menos ocasiones en la que se produce). En este sentido, un proceso febril no es necesariamente negativo para nuestro organismo, sino todo lo contrario. De hecho, existen numerosos estudios que apuntan que cuando sube la fiebre, la dificultad de las amenazas exteriores de hacer daño a nuestro cuerpo es mucho mayor. Entonces, ¿es recomendable combatir la fiebre? En algunos casos, el remedio puede ser peor que la propia enfermedad ya que los expertos apuntan que según el tratamiento, la duración del malestar no disminuye y, además, nos exponemos al riesgo de sufrir efectos adversos en nuestro cuerpo. La principal conclusión que se extraen de los estudios es que no hay que combatir la fiebre como si fuera la peste, la sífilis o la malaria. Cada paciente es un caso totalmente diferente y, por tanto, hay que examinar a la persona en cuestión y tomar una decisión con toda la calma que merece cada uno de los casos.
En este sentido, la clave no es tomarse la fiebre como un enemigo a erradicar, sino tener claro que es un efecto a una causa previa. Así, será necesario identificar cuál es el factor que ha contribuido a la aparición de dicha fiebre y buscar una solución para acabar con dicha causa, y no a la fiebre. Sin embargo, existen tres casos puntuales en los que la fiebre sí que debe ser una señal de alarma en si y deben buscarse otro tipo de soluciones. Cualquier paciente que presente fiebres por encima de los 40 grados, sí que debe ser hospitalizado de inmediato. Las fiebres son muy frecuentes en los niños, aunque no deben durar más de 4 días. En ese caso, también debe ser una situación en la que alarmarse. Finalmente, la tercera situación de riesgo son aquellos bebés que puedan sufrir un proceso febril antes de cumplir los cuatro meses. No es habitual y, por tanto, deberá ser necesario solicitar asistencia médica de inmediato para realizar dicho tratamiento.
Ventajas de bajar la fiebre en los niños
Con todo, bajar la fiebre en niños puede también tener sus denominadas ventajas que hay que tener en cuenta antes de tomar una decisión. Las más destacadas son las siguientes:
- Supera la parte más dura de una enfermedad. La fiebre es la principal causante del malestar en los niños. Una vez se consiga superar el proceso febril, superar la enfermedad será mucho más sencillo para el chaval en cuestión.
- Usar los antitérmicos cuando sea necesario. Aunque se puede bajar la fiebre a través del suministramiento de antiinflamatorios, debemos ser capaces de tratar al niño y no lo que dicte un termómetro. Por ello, usemos la medicina cuando la situación lo requiera y no cuando nos lo dicte el corazón.
- Volver a realizar vida normal. La fiebre es la principal razón para quedarnos en cama debido al enorme malestar que sufrimos en nuestro cuerpo. Por ello, bajar la fiebre nos puede permitir a volver a realizar vida completamente normal.
- Recuperar el apetito. En niños, la fiebre suele ser la principal causante de la pérdida de hambre. Una vez recuperemos la normalidad, nuestros hijos podrán recuperar una dieta normal y equilibrada para seguir realizando el proceso de crecimiento habitual a su edad.
Sin embargo, e independientemente del caso, lo que no debemos realizar bajo ningún concepto es someter al niño a cambios bruscos de temperatura. Pese a que en muchas películas podamos haber visto tratar a pacientes con fiebres con paños con agua a baja temperatura, cualquier tipo de modificación aguda de la temperatura corporal no llevará consecuencias positivas. En este sentido, no bañes nunca a un niño con agua fría porque corre el riesgo de sufrir convulsiones que complique en exceso su cuadro médico.
Cómo bajar la fiebre en los niños
Una vez conocidos las posibles situaciones a las que nos podemos enfrentar cuando algunos de nuestros hijos presente un proceso febril, vamos a conocer algunos remedios naturales que podemos seguir si queremos reducir la temperatura corporal de alguno de nuestros pequeños. Optamos por tipos naturales porque, salvo circunstancias excepcionales o bajo la supervisión de alguna persona titulada en medicina y especializada en niños, no debemos suministrarle ningún tipo de antibiótico debido a los efectos secundarios que podría conllevar para el chaval que complicara su situación. Para empezar, el primero paso será evitar los cambios bruscos de temperatura. Así, cómo que no recomendamos bajar en exceso la temperatura, tampoco debe pasar demasiado calor. La habitación donde descanse el niño tratándose de recuperarse debe ser adecuada, sin demasiado calor y algo fresca, aunque sin ningún tipo de aire del exterior y con las ventanas totalmente cerradas. En invierno, podemos tratar de bajar el termostato para que no pase demasiado calor. Obviamente, cualquier tipo de ventilador o sistema de aire acondicionado debe estar totalmente prohibido.
De hecho, mantener la temperatura corporal adecuada es una de las grandes claves para conseguir que el niño tenga unas condiciones adecuadas para que la fiebre vaya bajando de forma paulatina y totalmente natural. Por ello, otro de los remedios que podemos utilizar para conseguir dicho objetivo es reducir la cantidad de ropa, pero sin llegar a una situación de desnudez donde podría enfriarse y sufrir algún tipo de convulsión. Mucho abrigo aumentará demasiado la temperatura, por otro lado, así que debemos encontrar un intermedio. La alta temperatura corporal puede provocarle sudores y, por tanto, corre el riesgo de sufrir deshidratación en caso que la fiebre sea demasiado alta. En este sentido, es necesario recomponer la gran cantidad de líquidos que ha perdido bebiendo mucha agua, pero también algún tipo de zumo de fruta que le aporta otro tipo de vitaminas realmente recomendables para su situación. Asimismo, el pediatra debe ser también un segundo plan ya que tener fiebre no es sinónimo de tener ningún tipo de enfermedad grave. Por precaución se recomienda visitar al pediatra cuando dicha fiebre pueda durar más de dos o tres días, si se alcanzan temperaturas superiores a los 40 grados, o en caso que se trate de un bebé que no tenga más de 6 meses, llegue a los 39 grados. También deben encenderse las alarmas si se observa cualquier tipo de convulsión, tenga el cuello algo rígido o presente síntomas constantes de descomposición o el niño vomite de forma constante.
Con todo, una de las grandes claves para reducir procesos febriles es dejar que sea el niño el que marque el camino. Debemos encontrar su situación de bienestar, sin caer en ningún tipo de extremo que le provoque efectos secundarios. Busquemos su situación de confort y llevemosla a cabo de la forma más natural posible. Lo más importante es abandonar el mito que la fiebre es una situación pésima para la salud de nuestros pequeños y entendamos que es un tipo de mecanismo de defensa que adopta el cuerpo ante cualquier tipo de amenaza por parte de algún tipo de microbio como la gripe. Entender este concepto es el primer paso para actuar de forma eficiente cuando nuestros hijos lo necesitan. Solo así podremos mantener una salud constante entre nuestros niños pequeños y permitirle crecer de forma adecuada.